SOLIDARIDAD

En el instante que escribo esta palabra “solidaridad”, recuerdo una noche de verano, en Valencia, en la que un centenar de jóvenes universitarios escuchábamos, impasibles y embobados, al maestro Angel Luis Bienvenida. Fue una tertulia muy sentida y profunda. Le acompañaba el catedrático de literatura Andrés Amorós, que apenas dijo nada a lo largo del coloquio porque muy probablemente también estaba impactado por la sabiduría humana y humildad del tertuliante, que narraba con gracia y hondura anécdotas de su vida y, especialmente, de su familia. De su padre, el Papa Negro, Manuel Mejías Bienvenida y de su madre, Carmen. Decía de mi padre aprendí el toreo y de mi madre la piedad.

Al referirse a su hermano, Antoñito, así le llamaba cariñosamente, lo hacía con gran veneración, pues estuvo muy unido a él durante su vida y en los momentos cercanos a su muerte. En esa tertulia nos confesó que Antonio padecía una enfermedad obsesiva que le producía un gran pánico si se encontraba en lugares oscuros. De hecho, siempre tenía que dormir con alguna luz encendida.
En este contexto, nos decía, imaginaros el sufrimiento que le produciría venir a buscarme algunas noches para que le acompañara a adentrarse por los puentes oscuros del río Manzanares en Madrid, y una vez dentro sacar a indigentes e invitarles a cenar y estar con ellos unas horas derrochando detalles de cariño y así tuvieran un rato de alegría.

Su hija Paloma Bienvenida, contaba que su madre le decía: “tu padre torea gratis demasiado”. Era generosísimo. Cuando salía a Misa y veía a una gitana vendiendo globos, no cogía uno o dos, compraba todos los globos. Era una generosidad que duraba desde que se levantaba por la mañana hasta que se acostaba. Era de lo más espléndido y generoso. Recuerdo a amigos de mi padre, que ante dificultades económicas, acudían a él. Mi padre, cogía el talonario y les entregaba un cheque.

El mundo del toro, está repleto de incontables ejemplos similares que llevan a adherirse a causas poco favorables de otros. Son miles de corridas, festivales y actos benéficos destinados a personas necesitadas. Algunos de ellos nunca se sabrán.

Como Antonio muchas figuras del toreo han organizado y participado en esos actos y en ocasiones jugándose su prestigio y su vida. A Juan Antonio Ruiz Espartaco, le preguntaban si le costaba animar los toreros para que participaran en festivales destinados a recoger fondos para obras solidarias, y respondía: “A los compañeros del toro no hay que convencerles mucho. En cuanto dices que es para algo benéfico, ahí están, la grandiosidad de los toreros es inmensa…”

Alvaro Domecq, manifestaba y lo decía convencido que la época más feliz de su vida, fue cuando presidió la Diputación de Cádiz, pues, decía, tenía muchos medios para poder ayudar a los demás y especialmente a los menos favorecidos. En un paseo con él por Valencia pude comprobar que le removía el contacto con la miseria, de hecho vió a un indigente a la puerta de una iglesia y le dio una cantidad de dinero para ayudarle y me comentó: tenía buen aspecto.

El recién retirado Cayetano Rivera Ordoñez también está disfrutando, así lo expresaba él, mucho de su nueva etapa de la vida porque ha creado una fundación “Yo Niño”, para recaudar fondos para los niños en situación de necesidad. Ya el año pasado, está fundación logró escolarizar a 700 niños y cubrir las necesidades básicas y alimentar a 1000 en Nicaragua.

Me parecen generosas unas declaraciones de José Tomás, cuando donó a la Cruz Roja la cantidad que había recibido por del premio Paquiro, reconociendo que “en días como hoy me siento orgulloso de ser torero y muy agradecido a la tauromaquia, pues es ella la que me permite ayudar a familias…”

Se cuenta de Manolete, que en cierta ocasión comentaba con su apoderado José Flores González “Camará” sobre la responsabilidad que tenía frente al público y le decía: “Don José pagan “pa” verme y no hay que hacer distinciones, de plazas grandes o pequeñas. Y al público rico no le cuesta pagar la entrada, pero a los pobres les cuesta el “jorna” que lo quitan de comer “pa” verme, así que no puedo decepcionar a nadie”

Han sido sólo unos pocos hechos, pero se pueden aumentar con innumerables de ejemplos, que denotan el conocimiento de la miseria por parte del mundo taurino y los intentos de ayuda a los demás. De ahí surge humanidad y autenticidad.